La austríaca Hedy Lamarr llenó las salas de cine en
los años treinta y cuarenta, pero su faceta de actriz eclipsó totalmente
su dimensión como creadora, a la postre mucho más importante a nivel
histórico. "Cualquier chica puede ser glamurosa. Todo lo que tienes que
hacer es quedarte quieta y parecer estúpida", apuntó irónicamente esta
mujer que era pura sofisticación e inteligencia.
Éxtasis y el principio de la infelicidad
A
pesar de que en la escuela los profesores comunicaron a su familia que
Hedwig era una niña superdotada, y que cuando tuvo edad para ello empezó
a estudiar ingeniería, al final la joven decidió aparcar sus estudios para dedicarse al arte dramático. Logró convencer a su padre de que la matriculase en la prestigiosa escuela del director de escena Max Reinhardt. Sus primeros papeles como actriz fueron en la película Geld auf der Straße del director Georg Jacoby y luego realizó pequeñas intervenciones en cintas de producción checa y germana como Die Blumenfrau von Lindenau, Man braucht kein Geld y Die Koffer des Herrn O.F.
En 1932 saltó la polémica que la catapultó al estrellato. Hedwig protagonizó la película del director checo Gustav Machatý, Éxtasis, en la que protagonizó el primer desnudo integral de la historia del cine y tuvo que fingir un orgasmo.
El film fue tachado de escándalo sexual y recibió toda clase de
censuras y condenas, incluidas las del Vaticano. Los padres de Hedwig
quedaron horrorizados con las imágenes. Pero un magnate de la industria armamentística llamado Fritz Mandl quedó prendado de la belleza de la joven actriz y solicitó al padre de Hedwig permiso para poder cortejarla, pidiéndole la mano un tiempo después. Ignorando
la voluntad de su hija, que deseaba seguir con su carrera artística,
los padres accedieron a la boda creyendo que Fritz Mandl, mayor que
Hedwig, podría reconducir a la joven por el buen camino.
Celos, fascismo y huida
Pero Fritz Mandl sufrió unos celos enfermizos. Tanto que quiso hacerse con todas las copias de Éxtasis y su esposa solo podia desnudarse o bañarse si él estaba presente.
Tambien la obligó a acompañarle a todos los actos sociales y cenas de
negocios a los que estaba invitado para no perderla de vista. A
pesar de que vivía rodeada de lujos, Hedwig odiaba sentirse como un
trofeo y tener que pedir permiso siempre para hacer cualquier cosa.
Aburrida de la vida que su marido la obligaba a llevar, Hedwig retomó
la carrera de ingeniería que años atrás había dejado de lado para
dedicarse el cine. Por su parte, Mandl mantenía estrechos lazos sociales y comerciales con el gobierno de Mussolini, al que vendía armas. Hedwig,
astutamente, aprovechó las reuniones a las que su marido la obligaba a
asistir para recopilar todo tipo de información acerca de la tecnología
armamentística nazi. Según escribiría más tarde la propia
Hedwig, tanto Mussolini como Hitler asistieron a las lujosas fiestas que
se celebraron en casa de su marido, quien, pese a ser de origen judío,
fue nombrado por los distintos gobiernos fascistas "ario honorario".
El continuo y férreo control al que se veía sometida la joven Hedwig llegó a ser tan insoportable, que durante
un viaje de negocios de su marido decidió huir de su asfixiante
matrimonio escapando por la ventana de los servicios de un restaurante
–pero según otra versión, que ella misma cuenta en su autobiografía, al
parecer administró un somnífero a su asistenta y pudo salir de su casa
disfrazada como ella–. El caso es que consiguió llegar a la
estación de tren y viajar hasta París. Hedwig tan sólo se llevó algunas
joyas que le permitieran disponer de dinero en efectivo para poder
seguir con su huida. Durante varios días se vio acosada por los
guardaespaldas que le había puesto su marido hasta que llegó a Londres y
pudo embarcar en el trasatlántico Normandie con destino a
Estados Unidos. Durante la travesía conoció al productor cinematográfico
Louis B. Mayer, el cual antes de que llegasen a puerto ya le había
ofrecido trabajo. El único requisito que le pidió fue que se cambiase el nombre para que nunca se la pudiera asociar con la película Éxtasis. Así pues, Hedwig Eva Maria Kiesler se convirtió, en memoria de la actriz de cine mudo Bárbara La Marr, en Hedy Lamarr. En aguas del Atlántico firmó su contrato con la Metro-Goldwyn-Mayer.
De Hollywood a inventora para el ejército
Instalada en Hollywood, Hedy trabajó para el director de cine King Vidor en Camarada X y Cenizas del Amor, para Jacques Tourner en Noche del Alma, para Robert Stevenson en Pasión que redime y para Cecil B. Demille en Sansón y Dalila. A pesar de protagonizar una treintena de películas, Hedy no tuvo demasiado ojo a la hora de elegirlas. Sin ir más lejos, rechazó dos filmes que acabarían convertidos en obras maestras del séptimo arte como Luz de Gas de Thorold Dickinson y Casablanca de Michael Curtiz, y se quedó a las puertas de poder interpretar a Escarlata O'Hara en Lo que el viento se llevó. A pesar de esto, su imagen deslumbrante la convirtió en una verdadera estrella emergente de los años treinta
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial,
Hedy ofreció sus servicios al Gobierno de Estados Unidos ya que
disponía de información privilegiada acerca del armamento del ejército
alemán. Ubicada en el departamento de tecnología militar, Hedy
se dio cuenta de que las señales de radio que guiaban a los torpedos de
la armada norteamericana eran muy fáciles de interceptar. Fue entonces
cuando elaboró junto con su amigo el compositor George Antheil
un sistema de detección de torpedos teledirigidos. Inspirado en un
principio musical, este funcionaba con 88 frecuencias, las equivalentes a
las teclas del piano, y era capaz de hacer saltar señales de transmisión entre las frecuencias del espectro magnético.
Los
militares no supieron apreciar entonces la utilidad del invento que les
estaba ofreciendo Hedy hasta que muchos años después, en 1962, se
produjo la crisis de los misiles cubanos. Entonces la tecnología de Lamarr se utilizó para interceptar las comunicaciones y el control de los torpedos. A día de hoy este método se emplea para los sistemas de posicionamiento por satélite, como el GPS, y fue el precursor del wifi.
Declive y reconocimiento
Al finalizar la Segunda
Guerra Mundial, Hedy fundó su propia compañía cinematográfica con la que
produjo y protagonizó algunas películas mediocres. Durante los
descansos de los rodajes aprovechaba para seguir explorando su faceta
de inventora, faceta que se mantuvo en secreto mientras fue una estrella
de la Metro.
Su vida personal fue bastante desafortunada.
Lamarr se casó seis veces y ya en el declive de su carrera
cinematográfica cayó en el consumo masivo de pastillas y desarrolló una
obsesión enfermiza por la cirugía estética. Se volvió cleptómana y fue detenida en varias ocasiones.
Tras estos sonoros escándalos, Hedy Lammarr se recluyó en su mansión de
Miami para pasar los últimos años de su vida aislada de un mundo que
había marginado su lado intelectual y no la había reconocido como
inventora de las aplicaciones que se estaban usando; ni tan sólo la
había nombrado.
Cuando finalmente llegaron los reconocimientos a sus capacidades y logros, ya era demasiado tarde. Su
amargura había crecido hasta tal punto de que cuando en 1997 le
comunicaron la concesión del Pioneer Award se quedó imperturbable y
comentó escuetamente: "It's about time" (ya era hora). En el
verano de 1999, el Kunsthalle de Viena organizó un proyecto multimedia
de homenaje a la actriz e inventora más singular del siglo XX.
El fin de la estrella más bella
El 19 de enero del año 2000,
esta actriz histórica (y con un cociente intelectual superior a la
media) moría en Caselberry, Estados Unidos, a los 85 años de edad como
consecuencia de una complicación cardíaca. Como última voluntad pidió
que parte de sus cenizas se esparcieran por los bosques de Viena, cerca
de su casa natal, mientras que otra parte fue entregada al consistorio
vienés para que fuera enterrada en un memorial que lleva su nombre. En la actualidad, en Austria, el Día del Inventor se celebra el 9 de noviembre, el día de su nacimiento, en su honor.
Aunque en sus memorias, Ecstasy and Me, Hedy Lamarr no aclara si actuó o no como espía –aunque es evidente que tenía cualidades para ello–, lo que sí resulta evidente es que durante su vida fue una mujer con una brillantez intelectual fuera de lo común. Su
afán por conocer queda plasmado en esta frase que pronunció:
"La
esperanza y la curiosidad sobre el futuro me parecían mejores que lo
seguro del presente. Lo desconocido siempre fue tan atractivo para mí … y
todavía lo es".
Fuente: Hedy Lamarr, la actriz que inventó el wifi